La época de exámenes globales estaba a la vuelta de la esquina, pero nosotros necesitábamos un pequeño respiro para poder recargar nuestras pilas y afrontar las dos semanas de curso que nos quedaban de la mejor manera posible.

No fue fácil conseguirlo, pero, sin darnos cuenta, era el día de la excursión de fin de curso. Tenemos que reconocer que no ha sido un curso fácil, pero que el que viene será mucho más difícil, y este al fin y al cabo, se nos ha pasado volando.

Nos esperaba un viaje de bus más largo de lo normal con destino a Santillana del Mar, aunque entre la música, imitaciones, cotilleos y alguna que otra cabezadilla, el viaje se hizo relativamente ameno. El Museo de la Cueva de Altamira nos estaba esperando, así que después de dar una pequeña vuelta por el pueblo, nos dirigimos al Museo, en donde pudimos ver las distintas etapas de la evolución de la especie, y nos explicaron las pinturas rupestres de la Cueva de Altamira en una réplica de la misma -que llaman la "neocueva"-, ya que la entrada a la cueva original está restringida  al público para conservarla en buen estado.

Tras esa primera parada en el Museo, tuvimos una hora de tiempo libre por Santillana del Mar para poder comer, visitar el pueblo y hacer un par de fotos, aunque al final fueron muchas más de dos.

Justo después de comer cogimos el autocar en dirección a Santander. No era un día espléndido para bañarse, pero en cuanto vimos el mar corrimos a darnos un chapuzón. Fueron pocos los que se resistieron a no meterse, así que disfrutamos enormemente en las aguas del Mar Cantábrico.

El día se nos pasó volando, y cuando nos quisimos dar cuenta, ya estábamos de nuevo subidos en el autocar, pero esta vez de vuelta a Valladolid, con las pilas cargadas y con ganas de vacaciones de verano.

Lydia Alonso García