El martes 12 de mayo, los alumnos de 1º de Bachillerato acompañados por Francisco Tascón y Rebeca Reina, nos fuimos al Monasterio de la Conversión, en Sotillo de la Adrada (Ávila), para pasar el día juntos en compañía de las monjas agustinas.

Nuestro día empezó muy pronto: a las 7:00 de la mañana estábamos ya todos en el autobús listos para salir.

El viaje hasta Sotillo de la Adrada duró unas tres horas, contando con la parada que hicimos en una estación de servicio para comer algo y estirar las piernas.

En torno a las 10:00 llegamos al monasterio. Las monjas nos recibieron con una canción: “El Himno de la Caridad”. Y tras presentarse ellas, nos presentaron el tema del día: La permanencia en el amor. Nos dieron características sobre cómo es el amor (paciente, bondadoso...). Nos contaron también una pequeña historia sobre el amor que sienten los padres hacia sus hijos. Y con todas estas ideas en la cabeza, nos plantearon una serie de preguntas sobre el amor para que reflexionáramos durante media hora de manera individual.

Cada uno se fue a dónde quiso, pero la mayoría salimos fuera de lo que era el edificio, y nos sentamos en sus alrededores.

El monasterio está situado en medio de la Sierra, lo que hace que tenga unas vistas maravillosas y esté rodeado de campos y árboles, además el sol brillaba con fuerza y hacía una temperatura perfecta para estar fuera.

Después de reflexionar nos volvimos a juntar todos en el interior, dónde cogimos los almuerzos y volvimos a salir, esta vez todos juntos. Como en todas las salidas, las bolsas de patatas y galletas de chocolate fueron de un lado para otro, igual que la gente, que aprovechaba el sol para ponerse morena o se escondía en la sombra.

A las 12:00 volvimos a entrar al monasterio, allí vimos cuatro vídeos sobre personas cuya vida se movía por el amor, como el de una mujer que tras el accidente que había dejado a su novio con parte del cerebro sin funcionar, sigue queriéndolo, cuidándolo y se casa con él. Comentamos también la importancia del perdón y escuchamos el testimonio de una de las hermanas, de 20 años, de qué es lo que la había llevado a ella a hacerse monja.

Para acabar la mañana, hicimos juegos basados en agruparnos según distintas condiciones, y los que perdían hacían pruebas como bailar un vals, o cantar la canción de la Pelusa, finalmente nos dividimos en tres grupos de ocho para los juegos de la tarde.

Comimos sentados todos juntos al aire libre, mientras las fotos y los vídeos se disparaban profusamente. Algunos saltaron después a la comba o se fueron a dar un paseo por la finca.

A las 15:00 empezamos los talleres en grupos rotatorios. Eran tres talleres de media hora, dirigidos cada uno por dos o tres monjas. Uno era de papiroflexia, hicimos una estrella (símil con la “luz” que nos guía en la vida) que luego decoramos. Otro consistía en hacer parejas dentro del grupo, donde uno llevaría los ojos vendados y el otro le guiaría por un circuito con obstáculos sin hablar, además las monjas asustaban al de los ojos vendados con gotas de agua, ramas o agarrándole, fue muy divertido. Aquí reflexionamos sobre la confianza y la ayuda que nos aportan los demás.

El último era de música, cantamos una canción e intentamos marcar ritmos con las claves, el cajón, el raspador, los chinchines y las sonajas.

Por último, también en grupos, hablamos sobre el amor en nuestras vidas, y la presencia de Dios en ellas para cada uno.

Tras un breve descanso para volvernos a juntar toda la clase, hicimos una pequeña oración en la capilla dónde cantaron y escribimos nuestros nombres en trozos de papel colocados a modo de hojas en las ramas de una vid, demostrando que al final todos estamos unidos.

Después de echarle un ojo a la tienda y de despedirnos de las monjas nos volvimos a nuestro autobús y entre canciones y juegos llegamos a Valladolid sobre las 21:00.

Ha sido una experiencia muy positiva, además de pasar un buen día unidos como clase hemos disfrutado de la compañía de las monjas, que son muy alegres y agradables, además cantan muy bien.

Mónica Peláez Lozano

1º Bach