Ya hace tres años que, como Fundación Vedruna, nos propusimos trabajar una mirada concreta. Queríamos trabajar y reflexionar sobre nuestra propia identidad y nuestra responsabilidad como integrantes de la familia Vedruna para dar respuesta, con esperanza, a la nueva realidad que estamos viviendo.
¿Qué sentido le queríamos dar a esta mirada? El primer año, con sentido; el segundo año, desde la fraternidad; y este tercer año, para el servicio.
El curso pasado trabajamos con nuestros alumnos para que sean personas capaces de cultivar relaciones humanizadoras. Por medio de estas relaciones, las personas manifiestan y comparten sus sentimientos, ideas y creencias; se abren a realidades diferentes, descubren la posibilidad de enriquecerse con todo lo que las rodea y aportan cuanto son en favor del bien común.
Y así, este curso, nuestros alumnos ya están preparados para ser agentes de cambio social. Queremos que este mundo sea un lugar más humano. Hoy, más que nunca, es muy necesario trabajar y vivenciar el sentido de unidad y pertenencia a una manera de ser, estar y responder.
Tal y como nos dice el Papa Francisco y recoge el Pacto Educativo Global, un proceso educativo finaliza con éxito cuando los alumnos se humanizan, es decir, reconocen al "otro" y se ponen al servicio de los demás.
Joaquina de Vedruna también nos insta a renovar la propia mirada, una mirada que le permitió ver y reconocer a los otros, especialmente a los más desfavorecidos de su sociedad, para finalmente ver el mundo con otros ojos, y encender el deseo de actuar para hacerlo más justo y fraterno.
Nuestro propósito este curso es que toda la comunidad educativa: alumnos, profesores, PAS y familias, nos sintamos llamados a cambiar la mirada, considerándolo un paso imprescindible para acoger a todos y transformar el mundo.