Se dice que nunca se debe volver a los lugares donde fuimos felices. Sin embargo, esta máxima quedó desdibujada el pasado sábado 1 de febrero, cuando los antiguos alumnos de la promoción del curso 1999/2000 se reunieron en el colegio que les vió crecer para conmemorar los 25 años de su graduación.
Compañeros de infancia, cómplices de risas, juegos y hasta lágrimas, aquellos con los que descubrieron el mundo y compartieron años de vida, se reencontraron una vez más. Las miradas cómplices y repletas de emoción, se cruzaron nuevamente, dando paso a abrazos y expresiones como "¡cuánto tiempo, estás igual!".
La jornada estuvo marcada por momentos emotivos. Con entusiasmo, recorrieron los pasillos donde compartieron tantos recreos, se sentaron en los pupitres que fueron testigos de horas de clase, intercambiaron confidencias y conversaciones, y volvieron a ver a los profesores que los guiaron y formaron durante su juventud.
Durante la Eucaristía, tuvieron la oportunidad de reflexionar sobre el camino recorrido, agradecer las experiencias y amistades que perduran hasta el día de hoy, y recordar a aquellos compañeros que ya no están presentes.
El encuentro concluyó con un aperitivo en el claustro, donde entre risas revivieron anécdotas y, por un instante, volvieron a sentirse como aquellos adolescentes que un día se despidieron, sin imaginar cuánto extrañarían esos momentos. Exámenes, travesuras y maestros inolvidables resurgieron en la memoria, reafirmando el valor de lo vivido.
Así finalizó un día memorable, un día que evocó la fortuna de haber compartido un camino juntos y de haber creado un lazo inquebrantable: recuerdos, afecto y el espíritu de Jesús y María, que siempre tendrá las puertas abiertas para ellos.



